Gran parte de la población mundial (entre el 20% y el 35%, según datos consultados del año 2012), sufren problemas de dolor crónico y éstos problemas se incrementan a medida que avanzan los años.
El dolor es una señal de nuestro cuerpo que nos hace ver que algo no va bien, aunque en muchos casos, este dolor o su intensidad, no está relacionado con la lesión real.
En ocasiones, notaremos que probamos distintos tratamientos médicos, sin que ninguno de ellos tenga efectos positivos, ¿se ha visto usted en esta situación? ¿Qué puede ocurrir para que suceda esto?
Pongamos como ejemplo un dolor muy común entre las personas en general, el dolor de cabeza. Seguro que a todos nos ha dolido la cabeza en algún momento. Habremos notado que en ocasiones, este dolor disminuye si estamos entretenidos o haciendo una actividad que nos resulta muy gratificante; en cambio, nos duele la cabeza si tenemos un mal día y no se nos pasa si nos centramos en el dolor. ¿Qué está pasando? ¿Significa esto que nos estamos inventando el dolor? ¿Tenemos un trastorno mental que hace que nos lo imaginemos?
Por supuesto que no. En el dolor, como en tantos otros problemas físicos, la psicología tiene un papel muy importante. Los factores psicológicos funcionan como moduladores de la experiencia subjetiva del dolor; es decir, pueden modificarlo según nos encontremos mejor o peor, pero los factores psicológicos no crean el dolor por sí mismos.
¿Y cómo se explica esto? Pues hagámoslo con la siguiente imagen, a través de la Teoría de la Puerta de Melzack:
El dolor es una señal de nuestro cuerpo que nos hace ver que algo no va bien, aunque en muchos casos, este dolor o su intensidad, no está relacionado con la lesión real.
En ocasiones, notaremos que probamos distintos tratamientos médicos, sin que ninguno de ellos tenga efectos positivos, ¿se ha visto usted en esta situación? ¿Qué puede ocurrir para que suceda esto?
Pongamos como ejemplo un dolor muy común entre las personas en general, el dolor de cabeza. Seguro que a todos nos ha dolido la cabeza en algún momento. Habremos notado que en ocasiones, este dolor disminuye si estamos entretenidos o haciendo una actividad que nos resulta muy gratificante; en cambio, nos duele la cabeza si tenemos un mal día y no se nos pasa si nos centramos en el dolor. ¿Qué está pasando? ¿Significa esto que nos estamos inventando el dolor? ¿Tenemos un trastorno mental que hace que nos lo imaginemos?
Por supuesto que no. En el dolor, como en tantos otros problemas físicos, la psicología tiene un papel muy importante. Los factores psicológicos funcionan como moduladores de la experiencia subjetiva del dolor; es decir, pueden modificarlo según nos encontremos mejor o peor, pero los factores psicológicos no crean el dolor por sí mismos.
¿Y cómo se explica esto? Pues hagámoslo con la siguiente imagen, a través de la Teoría de la Puerta de Melzack:
Tenemos unos mecanismos en la médula espinal que permiten la modulación del dolor, funcionando como una puerta que se abre, dejando paso al dolor, o que se cierra impidiéndolo.
Por ejemplo, la tensión muscular, el aburrimiento, la ansiedad o la falta de apoyo familiar, van a “abrir la puerta”, permitiendo que sintamos dolor, mientras que otros como la medicación, la relajación, los pensamiento positivos o las actividades sociales “cerrarán esta puerta” impidiendo que sintamos dolor.
Por supuesto, hemos puesto un ejemplo aplicable a todos y cada uno de nosotros, con el que todos nos podamos sentir identificados, pero imaginemos esto en una persona que sufre dolor crónico prácticamente todos y cada uno de los minutos del día; su calidad de vida en este caso se verá seriamente afectada, ¿no cree? Además, esto posiblemente tendrá como consecuencia una disminución de sus relaciones sociales, sus pensamientos serán más negativos y físicamente se sentirá peor, por lo que el dolor se estará “alimentando” a sí mismo, entrará en un “círculo vicioso” del que, en ocasiones, resulta difícil salir.
Y el tratamiento psicológico, ¿nos puede ayudar?
Como hemos visto, gran parte de los factores que permiten que la puerta se abra o se cierra, son de origen psicológico, por lo que la psicoterapia nos ofrecerá una gran ayuda al respecto.
Una misma situación la vivimos de forma distinta dependiendo de determinados pensamientos o creencias, que posteriormente, condicionarán nuestras emociones. En distintos países se ha utilizado la terapia cognitivo- conductual con beneficios en los pacientes tanto en el dolor, como en síntomas asociados como la tristeza o la ira que este nos provoca. Si ante un suceso como puede ser discutir con nuestra hija, nos ponemos nerviosos y nos quedamos con lo negativo de la situación, es posible que en ese momento se incrementen los síntomas de dolor. Sin embargo, si intentamos relajarnos, buscamos una solución y hablamos con nuestra hija de forma asertiva, nos sentiremos mejor tanto física como psicológicamente.
Por ejemplo, la tensión muscular, el aburrimiento, la ansiedad o la falta de apoyo familiar, van a “abrir la puerta”, permitiendo que sintamos dolor, mientras que otros como la medicación, la relajación, los pensamiento positivos o las actividades sociales “cerrarán esta puerta” impidiendo que sintamos dolor.
Por supuesto, hemos puesto un ejemplo aplicable a todos y cada uno de nosotros, con el que todos nos podamos sentir identificados, pero imaginemos esto en una persona que sufre dolor crónico prácticamente todos y cada uno de los minutos del día; su calidad de vida en este caso se verá seriamente afectada, ¿no cree? Además, esto posiblemente tendrá como consecuencia una disminución de sus relaciones sociales, sus pensamientos serán más negativos y físicamente se sentirá peor, por lo que el dolor se estará “alimentando” a sí mismo, entrará en un “círculo vicioso” del que, en ocasiones, resulta difícil salir.
Y el tratamiento psicológico, ¿nos puede ayudar?
Como hemos visto, gran parte de los factores que permiten que la puerta se abra o se cierra, son de origen psicológico, por lo que la psicoterapia nos ofrecerá una gran ayuda al respecto.
Una misma situación la vivimos de forma distinta dependiendo de determinados pensamientos o creencias, que posteriormente, condicionarán nuestras emociones. En distintos países se ha utilizado la terapia cognitivo- conductual con beneficios en los pacientes tanto en el dolor, como en síntomas asociados como la tristeza o la ira que este nos provoca. Si ante un suceso como puede ser discutir con nuestra hija, nos ponemos nerviosos y nos quedamos con lo negativo de la situación, es posible que en ese momento se incrementen los síntomas de dolor. Sin embargo, si intentamos relajarnos, buscamos una solución y hablamos con nuestra hija de forma asertiva, nos sentiremos mejor tanto física como psicológicamente.
Recuerda, aunque es difícil, tú puedes hacer algo por controlar el dolor, no permitas que él te controle a ti.